bodha-cisne 
Universidad Mundial Científico - Espiritual

Sección Educativa:

ALIANZA UNIVERSAL

Centro de Conciencia Espiritual

ESCUELA DE ALTA SABIDURÍA (BODHA)

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Como Nos Conoceremos

Nuestra estatura interior y nuestras posibilidades externas

(Original en francés)

“Ser o no ser, esta es la cuestión”
Shakespeare
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El Príncipe Nikibala y el Príncipe Tamakhu hablaban un día a orillas del lago Kokonor. Nikibala debía reinar sobre una parte de la Mongolia, pero como era jorobado había perdido todos sus derechos al trono, en el cual no podían sentarse más que personas completamente sanas e indiscutiblemente de raza Aria en el sentido de la estepa. Tamakhu era joven y bello vibrante de vitalidad y radiante de sabiduría, y había renunciado a todos sus derechos ancestrales, con el fin de poder vivir libremente, siguiendo los dictados de su Alma.

Un día Nikibala preguntó a Tamakhu como podría hacer para tener derecho al trono de sus antepasados. Tamakhu le respondió: “Sé sabio y ocúpate del Reino de la Verdad Eterna que es la única riqueza que verdaderamente importa a los Arios, a aquellos que tienen el corazón fuerte y el alma pura. Pero si tú quieres hacerte mejor, según tus aspiraciones, represéntate con las cualidades de las que tú quisieras ser un ejemplo viviente. Una vez hecho esto, ocúpate cada día de hacer más clara y más real y viviente esta estatua, a la que darás el nombre de Nikibala”.

Nikibala le dijo entonces: “Pero lo que tú me aconsejas es la Magia Negra, es encantamiento. Tú me propones que me encante a mí mismo”.

Tamakhu se levantó entonces, mostrando todo el esplendor de su talla esbelta y radiante, pues él se repetía siempre que era el más feliz de los hombres. Y dijo entonces: “Pero Nikibala, ¿Qué diferencia hay entre Magia Negra y la Sagrada si no es el uso que se hace de las fuerzas íntimas o de la naturaleza? Haz lo que yo te digo y verás como te volverás más derecho, más grande, más bello, más fuerte y así mismo más sabio y más digno. Eres tú, pues, el que naturalmente debe escoger una bella estatua ideal”…

Muchas gentes, sin saberlo, se imaginan también una estatua ficticia y adoptan su vida a sus formas y cualidades. Desgraciadamente, son muy pocos los que conocen a fondo el arte de vivir en paz consigo mismo, o la ciencia de perfeccionarse.

Se aprende a perfeccionarse, en efecto, adoptando un bello ideal y uno se reconoce en las proporciones reales adquiridas, así como en la capacidad moral y las fuerzas que uno tiene que desarrollar. No son las riquezas ni la posición social, ni los poderes, ni los dones provocados por el uso y abuso de la violencia, ni por la amplitud de nuestros propios progresos. Para conocerse bien a sí mismo, es necesario más bien medirse en la proporción del ideal que uno admira, venera y sirve mejor.

Muchas personas se creen perfectas por el solo hecho de pertenecer a una Comunidad, una Iglesia o una Sociedad. No se dan cuenta que sus cualidades no dependen más que de sus propias conquistas y esfuerzos y que éstos dependen a su vez de la aspiración que se adopta con persistencia, entusiasmo y devoción.

Si no se vive de acuerdo con su ideal y no se tiene la fuerza de afirmar y realizar en formas concretas y efectivas este ideal, no se puede ser digno y ciertamente no lo justifica. Pues, el ideal, en este caso, no sirve más que de ostentación o de disfraz y no es más que una sombra grotesca y ridícula. Esto es lo que ocurre frecuentemente, sobre todo en aquellas almas que se vanaglorian de su religión o de su mora,l pues viven precisamente a un ritmo opuesto y antitético.

Cualquier ideal es magnífico, sagrado, con tal de que uno lo adopte con toda sinceridad y sepa honrarlo. Haciéndolo así, ningún ideal deja de elevarnos, fortificarnos e incluso glorificarnos.

Nuestra sinceridad es la base de toda nuestra vida. Sin ella no somos más que muñecos que tomamos ropajes ideales para disfrazarnos y esto no nos edifica en manera alguna, ya que conservamos en el fondo la entidad rustica y grosera que somos.

Debemos aprender a poner en contribución todas nuestras fuerzas, con el fin de exteriorizar bien en formas concretas y en fuerzas efectivas, la Estatua ideal que nosotros hemos forjado como motivo de imitación y como plan de conquista. La vida es una conquista y somos nosotros mismos los que la obtenemos, sea sobre nosotros mismos o sobre nuestro ambiente. Pero de todas las conquistas, la más grande y cierta, es la que obtenemos sobre nosotros mismos, hasta hacer brotar nuestras mejores condiciones y hacer brillar nuestro Espíritu en dimensiones ideales admirables.

El Yo superior, o la expresión superior de Sí mismo, he aquí el objeto de nuestra existencia, nuestra única justificación posible. Nuestras posibilidades son incalculables en tanto que nosotros no limitemos nuestros esfuerzos ni desfallezcamos delante del ideal que nos hemos formado.

En cuanto a las fuerzas y condiciones Espirituales, son indiscutibles, y no las confundiremos con fantasías o sueños místicos si sabemos adoptar un ideal que nos engrandezca, nos fortifique y nos haga mejores, más dignos, más generosos y más abnegados cada día. Uno se glorifica a sí mismo, en realidad, cuando uno se perfecciona y cuando se persiguen las más sublimes aspiraciones.

Por otra parte se está en contacto permanente con las fuerzas espirituales y las condiciones ideales del plan de actuación de nuestra conciencia. Es pues inútil buscar en el mundo de la alucinación o de las ilusiones engañosas, o dejarse atrapar en los lazos del bajo mundo de los sentidos.

Realmente se aprende de lo que es más perfecto que nosotros mismos.

Os bendice a todos.

K.H.

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