LA CIUDADELA DEL MISTERIO

Tomado de: Revista Maha Bodha Mandala. Manizales, Colombia. No. 5, Año 2, octubre de 1.944

Editorial

«Saber es engrandecerse» K.H.

La ignorancia es siempre nuestro peor mal y contratiempo. Lo que ignoramos es el baluarte de las fuerzas naturales que se oponen a la realización de nuestras aspiraciones e impiden nuestras conquistas de la felicidad a que tenemos todos plenos derechos.

Y el vivir (VEGETAR) común se reduce a una simple complejidad de impresiones superficiales, erróneas apreciaciones y un cúmulo de prejuicios y SUPERSTICIONES, haciendo el menos uso posible de nuestra INTELIGENCIA (interrelación, con la naturaleza). De ahí los vicios, las pasiones, la taras y las mil y una miseria de que se compone la vida civilizada. Empezando con que el individuo se desconoce a sí mismo y sus cultos se cifran en la auto-anulación, se encamina hacia derroteros de erróneas realizaciones, hallándose constantemente en pugna con la naturaleza y obrando a pesar de sus propias necesidades intimas, que no comprende siquiera. - - AQUEL QUE NO SABE ES COMO EL CIEGO: VIVE EN MEDIO DE LA REALIDAD Y NO LA PERCIBE NI COMPRENDE SU IMPORTANCIA.

¿Qué sabe el hombre moderno de sus poderes Íntimos? ¿Comprende acaso el mecanismo de su mente? ¿Colige la importancia de la función vital en su ser? ¿Puede controlar sus energías? ¿Sabe guiar sus pasos hacia un destino ideal? ¿Es capaz de contrarrestar el curso de
sus desventuras? ¿Sabe remediar sus males y resolver sus problemas con sus propios recursos? ¿Qué sabe del infinito y sus caudales imponderables de bondades? ¿Alcanza a rehacer su vida cuando le conviene? ¿Controla sus emociones? ¿Comprende la importancia del Amor? ¿Sabe la significación del imperativo sexual? ¿Vence sus prejuicios? ¿Es tan grande como para derrotar sus pasiones y sobreponerse a sus vicios? ¿Logra vencer y agotar sus taras hereditarias? ¿Es capaz de crearse una vocación dada? ¿Sabe sondear, sin prejuicios ni superstición, los campos de la Vida más allá de la tumba y más acá de la cuna? ¿Logra franquear las fronteras de la Conciencia? ¿Sabe trasmutar las energías fisicoquímicas en fisiológicas, y ésta en psíquicas o mentales, a voluntad? ¿Qué sabe, en realidad, del Espíritu? ¿Cultiva una preferencia saludable por los Valores del Espíritu? ¿Distingue acaso las esencialidades Espirituales de las emociones y sus simples elaciones egoístas? ¿Logra alimentarse de fuerzas del seno cósmico, cuando y como le conviene? Categóricamente, NO!. . . Apenas tiene ideas vagas, superficiales, de estas cosas, y pese a ello es como el ciego aquel de la leyenda que se abre paso por doquiera a tientas en la obscuridad de su infinidad, sin atreverse a formularse ningún plan definido para la vida, ni poder evitar los abismos y peligros que lo acechan.

Ahora, veamos cómo responde la gente, comúnmente, ante los imperativos de la vida, pues pese a la ignorancia común, la realidad sigue su curso y de todos modos se impone.

Pero en vez de buscar el individuo su propia SUPERACION y establecer una íntima comunión con el ESPIRITU UNIVERSAL para disfrutar de sus maravillosas ofrendas, busca un Sendero más expeditivo. El esfuerzo es para él un serio impedimento; prefiere los sistemas fáciles, que le permitan, sin sacrificios, ni méritos, ni merecimientos, alcanzar la plenitud de sus aspiraciones. De ahí los constantes COMPROMISOS CON EL DESTINO.

Lo propio, sería buscar el propio AFINAMIENTO CON LOS PRINCIPIOS Y LAS POTENCIAS UNIVERSALES, a fin de poder servirles, por decir así, de vehículo de expresión o de salida externa. Pero no, el vulgo prefiere CITARSE CON EL AZAR por medio de sus armas de ignorancia, es decir, con los recursos escasos e ineficaces de su incultura (imperfecciones ingénitas).

No pocos sistemas religiosos se han erigido sobre esta base de eterna hambre de misterio del alma humana, y sobre todo valiéndose de la incapacidad del individuo por afrontar las distintas complejidades y vicisitudes de la vida. Florecieron a la sombra de la ciudadela del misterio. Y abundan, cada día más, los que se disponen a explotar la ignorancia e impotencia humana.

Todos ofrecen la SUERTE como si se tratase de algo que se compra en un mercado, y los más desvergonzados se extreman hasta ofrecer Verdades eternas por estipendio, escudándose en charlatanescas presunciones y vulgares imposturas. Y los que no pueden brindar lujosos Templos Egipcios, Catedrales Invisibles y Secretos del Tíbet, se contentan con sus chucherías «espiriteras» para sonsacarles sus dineros a los incautos.

Naturalmente, es difícil prevenir a la gente ilusa contra tales sistemas de explotación, pues en su ofuscación mental y nebulosidad espiritual no aciertan a comprender nada que se oponga a sus supersticiones y groseros cultos. Y, malhadadamente, no ha sido posible hasta convencer a las autoridades de policía de la necesidad de tomar medidas contra semejantes prácticas que van contra la dignidad humana, las buenas costumbres y la salud social

Para los explotadores de la ignorancia humana, es fácil ofrecer la SUERTE en todos los órdenes de cosas y garantizar toda clase de TRIUNFOS a cambio de pocas monedas. Ellos son los beneficiados, y sus víctimas suelen salir contentas por haber satisfecho sus ansias íntimas mediante consoladoras sugestiones hábilmente producidas. El negocio es magnífico, y todo el mundo parece contento. Pero la Ciudadela del  Misterio permanece en pié, y la sabiduría humana no aumenta, ni decrecen sus miserias y problemas. Ni el CARTOMANTICO ni el MEDIUM ESPIRITISTA, ni el parlanchín Rosacruz, ni el astrólogo ceremonioso, ni el místico que en sus Logias recela de todo el mundo y hasta de Dios, hacen nada por remediar verdaderamente los problemas que aquejan al hombre, se contentan con hacerle PROMESAS, brindarle ESPERANZA, asegurarle la DELIBRANZA final, pero nada más.

Todo el SECRETO que revelan estos explotadores de la credulidad humana, según queda sobradamente demostrado por la práctica, es que la ignorancia humana se contenta con ser engañada y desplumada, y cuando no sea así, si dan con genuinos Maestros de Sagacidad o con Organizaciones honestas, quedan desilusionadas y más desventuradas.

Pero hay almas sinceras que se atreven a acosar la Ciudadela del Misterio, porque no se conforman con ser víctimas de los explotadores de su infelicidad que les hablan en nombre de supuestas ciencias y bajo fingidos mandatos Divinos. Estas gentes son las que, a la larga, triunfan contra el Destino, y es a éstas a quienes nos dirigimos aquí, sobre todo, porque son las que más probablemente nos prestarán atención y tratarán de seguir nuestros consejos desinteresados.

No pretendemos aquí tomar por asalto a la Ciudadela de Misterio. Sólo queremos llegar a ella por el saber y la fuerza Intima, que son los medios que facilitan los méritos y merecimientos indispensables para las grandes conquistas de la Vida.

Como recomendación oportuna, diremos ahora a nuestros lectores que la tarea que se nos ofrece no es nada sencilla, pero que si se disponen sinceramente a franquear todos los obstáculos, con valentía y paciencia, saldrán gananciosos de manera asombrosa en esta empresa, que debe ser la mejor justificación de su vida.