Imprimir
Visto: 2857

 Editorial

 

El Verbo de la Hora

Tomado de la Revista Ariel Impresa Nº28. Vol. 3. Septiembre 21 de 1941

Nota - Este artículo fue traducido del francés de un artículo publicado por el firmante en el año de 1933. En los días actuales cobra plena vigencia.

Hablar del Verbo en la actualidad parece un contrasentido hoy día en que asistimos a un desenlace de todos los valores, al ruidoso revuelco de todos  los Principios consagrados con tanta prisa, en una palabra, a la quiebra de la civilización occidental. En este nuevo año hemos presenciado una nueva prueba descorazonadora de las naciones en su empeño de evitar los conflictos internacionales, y hemos podido ver que los hombres gozan más actuando a la manera de las bestias feroces, que aparecer ante el mundo como ángeles de paz y amantes de la libertad verdadera.

En Europa el mundo ha asistido a una época de espantosa crisis de "CHOMAGE" como preludio de densas sombras precursoras de los mayores desastres y desgracias que tienden a  arropar el mundo entero. Nosotros hemos sentido este estado de cosas el cual no nos sentimos capaces de explicar; sea lo que fuere, el mundo anda a pasos apresurados hacia la "DEBACLE".

En el congreso de las llamadas fuerzas religiosas congregadas en Ginebra, es donde pudimos darnos cuenta, con amargas tristezas, cuando presenciamos los esfuerzos de los delegados que trataron de resolver los mayores problemas para librar el mundo de los horrores de una nueva guerra, sin lograr nada positivo a pesar del estado turbulento y de incertidumbre que reina en todo el mundo (datos del comité)

Los sistemas gubernativos sienten cada día más la necesidad de orientarse mejor para lograr una sociedad establecida sobre bases de vida que den mayores perspectivas de bienestar y más acordes con las predisposiciones de cada individuo, de acuerdo con un patrón económico (el dinero) al alcance del que puede ganarlo, procedimiento este verdaderamente fundamental y de equilibrio social accesible y ponderable. La tecnocracia, a nuestro modo de juzgar, es un verdadero peligro social; consiste en la dominación, la supresión y la suplantación del hombre por la mecánica. El reino de la mecánica ha descolocado al hombre, ha derrotado buena parte de sus planes, lo ha excluido de cierto modo del derecho a la vida, puesto que lo ha privado de ciertos medios y lo hace desaparecer en una gran parte como factor económico y por fin le niega su participación específica. De allí surge la miseria y el CHOMAGE, el descontento y el hambre. El hombre que en el mundo no encuentra ya función alguna posible, donde sus energías han sido despreciadas; donde los acontecimientos de naturales turbulencias de estos hechos antinaturales que lo asaltan y lo reducen a un destino de sufrimiento y muerte le enseñan también las actuales constituciones sociales que no le dan siquiera el derecho a ejercer su propia voluntad, aunque no fuese más que bajo la forma de lucha que es muy natural, como lo es la desesperación instintiva para sobrevivir a las depresiones ambientales; ese hombre, podemos decir, no pertenece a este mundo…

Este estado de cosas es creación peculiar del mismo hombre. Esa crisis humana es el fruto de unas finanzas erradas, de una economía fatalmente estúpida, que obstruye el camino del progreso. Ni siquiera se admite que al hombre que no trabaja, incapacitado para adquirir los medios adecuados para su subsistencia, aunque fuere de un modo mediocre, mientras que las máquinas que hacen sus veces a las mil maravillas en el taller y en el campo, no tienen imperiosas necesidades que satisfacer diariamente. Entre más perfecta esté la máquina, más aumenta el número de trabajadores sin ocupación, reduce de una manera alarmante el bienestar a que tiene derecho el Hombre; entre más produce la maquinaria, en esa proporción aumenta la miseria; su actividad es contraproducente. La economía fundada sobre la tecnología es inhumana; la juzgamos insensata en sus principios. La única salida de semejante crisis sería la supresión razonada de las actividades mecánicas que privan al hombre del medio de ganar su pan de cada día. Claramente se ve, bastaría suprimir máquinas. Si esta solución lógica, humanitaria y natural no se pusiera en práctica en un tiempo muy próximo, no vemos otra solución consecuente más que el desbordamiento de las fuerzas bestiales latentes en el ser humano que claman incitadas por el hambre y llevadas a la extrema audacia por la miseria.

El Hambre es uno de los más temibles consejeros del género humano.

Los años pasan y por parte alguna no asoma el menor indicio de esperanza para una normalización económica en el mundo.

Comúnmente se ven algunas naciones empobrecerse, y las riquezas desaparecer por completo, aniquilarse las actividades comerciales, y uno  se pregunta; ¿Adónde pasa el dinero? Se esfumina como por encanto del mundo visible. El medio circulante se hace más escaso. ¿Existe realmente ese encanto, ese genio demoníaco, ese espíritu monstruoso capaz de acapararse de todas las riquezas y jugar con las miserias humanas?

Aquí nos encontramos frente a los signos predichos en los tiempos. Esta prueba por la que está pasando el mundo servirá grandemente para su rehabilitación. La miseria enseñará al mundo a despreciar las riquezas o más bien a comprender cuan despreciables son; dará al hombre esa fuerza de carácter tan desconocida en nuestros días, y, obligará al ser humano a buscar en la naturaleza la explicación de los misterios que nacen de su intelecto. Gracias a estos estados actuales, debemos reconocer que  nunca como hoy el mundo se había entregado a pensar tanto. El ejercicio intelectual está en boga.

El hombre asiste a estos acontecimientos triste y excluido, como simple espectador en este mundo que lo vio nacer, al triunfo de la mecánica que él mismo ha creado; su autómata, se ha convertido en su propio fantasma; él es el propio autor y artesano de su desdicha. Es preciso que lo sepa el hombre; que lo comprenda bien, que aquello es el fruto de la ciencia aplicada al servicio del positivismo.

El hombre debe alcanzar y conocer las causas y las trascendencias de su desgracia; eso lo obtendrá por medio de sus propios esfuerzos, de su pensamiento, y como es obligado espectador del gran drama del cual es el autor y la única víctima, la realidad le impone de hecho el estudio y el deber de someter a la razón la causa de sus males.

La fe, la esperanza y la caridad; la confianza en la Providencia,  la confianza en la ayuda de un Todo-Poderoso, no basta; aquello está fuera de acción en estos asuntos demodados e inútiles.

Así pues si el hombre continua en el camino en que se encuentra tendrá bien pronto la ocasión de convencerse por los mismos hechos que hablan por sí mismos, que el hombre es el único autor y factor en esta truculenta odisea, como también es el único capaz de encontrar el verdadero remedio. Si como parece, la crisis continúa sin solución, no habrá más remedio sino recurrir a procedimientos extremos, tales  como dejarse morir como el manso cordero en los mataderos  públicos, o proceder a la destrucción de una buena parte de las máquinas; crear un nuevo especimen de moneda, o bien entregarse en cuerpo y alma a la guerra para despachar algunos millones de seres humanos al otro mundo que son para el planeta nuestro un superávit. Esto es lo que podemos llamar un remedio categórico, que corresponde a la solución de problemas más imperativos que se conozcan, no sólo para el alma, sino para la naturaleza humana.

El pensamiento del hombre es el único medio emancipador que se impone hoy y el camino para merecer y alcanzar la salvación.

La ciencia exacta demasiado especializada en la mecánica se ha desviado de su camino; se ha hecho fiel servidora y cómplice servil del positivismo, y las consecuencias naturales no podían ser otras que las que encontramos en la hora presente. Por esta razón, ese genio científico tendrá que corregir irremediablemente su orientación en las actividades futuras. No debe servir al positivismo, no debe ser servidor fiel en los salones de la estupidez humana;  de hoy en delante debe honrarse en buscar su real y verdadero destino. La tecnografía es producto híbrido del genio científico, por consiguiente, su fin es perfectamente  definido, no podrá reproducirse ni perpetuarse.

El Verbo de la hora se encuentra más bien en ese mismo genio, pero especificado y espiritualizado: esto quiere decir que debe servir directamente para trascendencias eventuales y para el destino absoluto del Ser en su más íntima naturaleza, en sus funciones fundamentales más bien que en sus fases de actividad en la forma.

Tenemos la firme convicción que los años venideros serán testigos de grandes acontecimientos para el bien de la humanidad. No diremos para una normalización de los estados, pues no creemos que la normalidad de antes de la gran crisis mundial vuelva a imperar; pero estamos seguros que los acontecimientos nos darán la razón.

La formidable renovación del mundo se opera, y un nuevo espíritu se dará a conocer en el orbe; el Verbo de la hora se manifestará.

Swami Jñanakanda