EL AUTO PERFECCIONAMIENTO

Capítulo tomado del libro: “La Esencia de la Ciencia Espiritual”. Anatomía y etiología de la condiciones del mundo moderno. 1946. Original en inglés.

Autor: Kut Humi Lal Singh – Kwang Hsih

 

Por el hecho de ser impredecibles los imponderables, no nos liberan de culpa. Por el contrario, nuestra ignorancia es una provocación constante de ellos; solamente nuestra falta de conciencia nos hace víctimas de ellos, en lugar de almas Iluminadas. En esto radica la trascendental importancia del Dhamma, o sea, nos ilumina.

Los primeros elementos del Dhamma, como lo sabemos, son el Ariya Atthangiko Maggo, o el Noble Sendero Octuple del Alma Dorada, que es en verdad la dinámica básica de una Mente limpia y creadora, o un alma bien educada. Este era considerado por el Buda Gautama como el medio que  "conduce a la Cesación del Dolor", y nosotros refrendamos con toda nuestra experiencia científica que es el único instrumento para el mejor conocimiento del mecanismo de la Mente y de la naturaleza de las fuerzas vitales.

Alma Dorada (Ariya) es el nombre titular dado a toda persona de Corazón puro y ansiosa de alcanzar la perfección a través del Dhamma; y el noble Sendero del Ariya es:

  1. Recta Comprensión, o estar libres de ilusiones, fantasías, confusiones ideológicas, metafísicas y prejuicios.
  2. Recta Mentalidad, o estar libre de dogmas, mala salud, malos hábitos, auto-hipnosis, complejos psicológicos, debilidad y confusión.
  3. Recta Palabra, o estar libre de conversaciones insignificantes, de maldecir, de amenazas y designios perversos.
  4. Recta Acción o estar libre de pereza, mala conducta, vicios, conciencia destructora.
  5. Recto Vivir, o estar libre de hábitos entorpecedores, irrespetos, vicios, hurto, mentira, pasiones groseras, lujuria, codicia, odio.
  6. Recto Esfuerzo, o estar libre de ideales insanos de idearios confusos, desórdenes, pobreza e infelicidad.
  7. Recta Memoria, o estar libre de ociosidad mental, confusiones, improductividad, futilidad o impotencia.
  8. Recta Meditación, o estar libre de designios malvados, propósitos perversos, o escollos de Karma.

La atención permanente en este Noble Sendero, así como en el Dhamma considerado de manera general, nos capacita para realizar maravillas, tales como las de los Yoguis y Magis, para cumplir el más grande de todos los milagros cual es el mejoramiento de sí mismo. Es, en efecto, el único camino posible para liberarnos de las cadenas sutiles de todos los imponderables kármicos, del poder tiránico de la herencia biológica, y de todas las fuerzas oscuras y negativas de lo material, los planos inferiores de la vida.

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Nuestro interés en los Valores Espirituales y en las Esencialidades eternas de la Vida es tan grande como el que dispensamos por las necesidades Humanas y esto nos lleva a confrontar todos los problemas que afectan a la Humanidad.

Somos humanistas de corazón y, a pesar de que evitamos las complejidades de organización y los extremos de la imposición, siempre procuramos solucionar los problemas del mundo. Hemos sido acusados en ocasiones de ser retrógrados en nuestros procedimientos porque repudiamos el institucionalismo, pero nuestra decisión moral en torno a los principios pacíficos y a los designios armoniosos debiese ser más apreciada.

El hecho es que consideramos la excesiva institucionalización como una fuente de indecibles males, puesto que se basa en la regimentación y la privación de libertades, como también en la limitación de la iniciativa individual y la vida privada, y esto conduce a la degradación de las morales y la perversión de los designios espirituales. La organización es de construcción sólida o avanzada a expensas de la libertad personal y de los más apreciados valores espirituales. Esto, porque los derechos de los muchos no siempre armonizan con los individuales y viceversa. Por ello, cuando se impone una organización a la gente en nombre de los principios sociales, difícilmente encuentra méritos aún cuando éstos puedan ser exigencias humanas, y la mayoría de las veces atropella los derechos de los elementos meritorios de la sociedad humana. No se requiere ser un genio para comprender esto y para darse cuenta que el individualismo, tan ausente en esta época, es el único camino natural y lógico para solucionar los problemas sociales y económicos.

También evitamos el organicismo en razón de sus consecuentes inconvenientes y males. Puede llegarse a través de él a mejores cuentas y control de la economía en su aspecto material, pero no es respetuoso de los derechos morales y Valores Espirituales y tenemos la cruda evidencia de esto en los grandes problemas de la civilización moderna, donde el capital y el trabajo son oponentes inconciliables; donde la discriminación social, racial y religiosa prospera como abominable cáncer; donde la grosera injusticia, el apetito vil, la dura pobreza y la supina ignorancia son los factores dominantes; donde las iglesias están construidas con riquezas fabulosas mientras sus fieles mueren de hambre o se arrastran en la penumbra espiritual, la ignorancia y la servidumbre; donde la violencia es la piedra angular del avance, y el engaño y la hipocresía el santo y seña; donde la audacia y la insolencia es el común denominador de cualquier logro; donde el poder hace el derecho; donde, además, la salud es una ilusión y la felicidad un mito.

La organización es, en principio y potencialmente un sistema o régimen de imposición de alguien sobre los demás, de un partido sobre los otros, o de una minoría fanática gobernando sobre una mayoría indiferente o desprotegida y frágil. Esto queda bien sustentado con lo que ocurre hoy respecto a los avances sociales. La gente más organizada, sean sociedades políticas o religiosas, son las más intolerantes, brutales, impositivas e insolentes. Las naciones más organizadas son injustas, de escabroso nacionalismo, opresores económicos de otras naciones, imperialistas, claramente moldeadas y diseñadas al estilo de los sistemas fascistas o totalitarios.