foto k.h. turbante

LO QUE ES EL DISCIPULO

Artículo Tomado del libro Discípulos y Maestros,
del Pr. OM Lind Schernrezig

Cherche, pense, combine, analyse toi-même, et sache que le sort ne te donnera que ce qui t’appartient par droit de conquête intime, selon tes efforts personnels et l’importance de ton développement de Conscience. K.H.

El Discípulo es una persona que ha logrado hallar el Sendero de la Liberación personal de los encadenamientos de la vida y de los atolladeros  de las pasiones mundanas, gracias a sus méritos individuales - ya que de otra manera ello no sería posible.

 No se llega al Discipulado sino tras de incontables tumbos y graves experiencias, con todo lo cual se ha conseguido acallar pasiones, sosegar emociones y sentirse poseído de lo ignoto e inefable, cuyo poder irresistible fascina al sincero peregrino de este mundo. Es solamente después de maduras reflexiones y fuertes embates de la vida que se logra descubrir el Sendero de Liberación y de la Luz Espiritual. Nadie llega a él por casualidad, ni es dable merecerlo por paga o favoritismo.

 En el momento preciso, llegamos al Umbral del Misterio y, entonces, sobrecogidos por sus misteriosas influencias, dejamos que broten en nuestro ser, desde lo recóndito de nuestra conciencia, vivencias, motivos y ansias inefables e inextinguibles, y ... el Misterio de la Vida nos invita a su imponderable y majestuoso seno. En tal caso nadie puede sobreponerse a las circunstancias, y no tiene más recurso que buscar lo ignoto, otear los campos inexplorados de lo místico y sentir el influjo maravilloso de lo sublime y eterno.

Es entonces cuando, absortos y contritos, hacemos obra de fe, y en arranques incontenibles de sinceridad, profesamos entregarnos al destino eterno, a la Verdad, a lo inenarrable, que se nos antoja la única justificación de nuestro ser, de nuestra existencia y de nuestra vida.

Y es cuando ocurren hechos asombrosos en nuestra vida. Evocado por nuestra misma sinceridad, aparece un ser más evolucionado que nosotros, dispuesto a guiar nuestros pasos a través del laberinto de lo mundano y sensorial, de lo ilusorio y aparatoso. Y he aquí que renacemos, pues la acción de este Guía ayuda a la transformación de nuestra existencia.

Mas es preciso no ser iluso al extremo de creer que cualquier vivaracho quídam ha de ser tal Guía. Las más de las veces, un charlatán o un impostor se interpone en nuestros pasos y nos promete maravillas, milagros, poderes extraordinarios y las delicias imponderables de la divinidad. El intonso o estulto se deja engañar. El estudiante sincero no!

El Guía o Maestro es siempre humilde, y nunca hace uso de imposiciones. Se desvela por su Discípulo, y no le promete nada que no sea el fruto de sus propios esfuerzos. Como Maestro se brinda incondicionalmente a su Discípulo y cumple a cabalidad su misión no escatimando esfuerzos ni sacrificios, inclusive la propia felicidad y el íntimo aliento.

Llega así el momento en que el Discípulo es recibido por el Maestro, y entonces empieza su carrera como tal. Si es verdaderamente sincero estudiará con ahínco y se esforzará, pues sabe que su desenvolvimiento depende únicamente de él mismo, ya que el Maestro no es sino un mentor que advierte, un faro que orienta, una influencia generosa que se brinda sin obligar. Pero solamente en el curso del tiempo, lapso que puede extenderse a generaciones, el candidato a Discípulo llega a ser aceptado como tal, y entonces sí que puede decirse de veras Discípulo. Gracias a sus méritos y esfuerzos ha conseguido traspasar el Umbral del Misterio.

El verdadero Discípulo es fácil de reconocer; jamás vacila en sus propósitos, sus empeños de superación son inquebrantables y nunca reniega del Maestro ni desatiende sus advertencias, recomendaciones y enseñanzas.

El discípulo “recibido” puede que deje de ser sincero, y entonces hace lo que le place. Mientras que el verdadero Discípulo nunca deja de ser sincero, jamás se aparta del esfuerzo dignificante y se convierte en verdadera sombra de su Maestro, en émulo suyo. Ha aprendido a sentarse a los pies de su Instructor, con toda humildad y dignidad, y en él no hace mella los prejuicios ni la vanidad, ni se deja engañar por las ilusiones del mundo.

El Discípulo que falla en su sinceridad y se aparta de la senda recta que le propone su Maestro o Guía, está libre de comportarse como quiera; pero, eso sí, le resta aun enfrentarse con el Espectro del Umbral, su propia Conciencia cuitada y malferida. El verdadero Discípulo nunca llega a enfrentarse con el espectro del Umbral, porque su Conciencia está siempre limpia y serena y en propensión edificante y enaltecedora.

Ser sincero en todas las circunstancias de la vida es la base fundamental de todas las actividades del Discípulo, quien debe esmerarse en ser un Caballero del Ideal, una persona que se distingue por su bondad y sensatez,  y un servidor incondicional del Universo. Esto significa ser un amante de la Verdad y tener un corazón generoso, siempre dispuesto a mostrar la dignidad que anida en lo íntimo de su ser.

He aquí algunas reglas con que deberá cumplir.

"Sea sobrio en sus costumbres. No haga nada con excesos. Duerma por lo menos ocho horas diarias; coma lo suficiente, pero tratando de quedar siempre con un poco de hambre; evite los licores embriagantes, fumar tabaco o ingerir medicamentos que crean condiciones tóxicas en su cuerpo. En lo posible no use la carne como alimento, y deseche decididamente las drogas enervantes, los perfumes y las especias. Báñese a lo menos cada dos días, y no lleve ropas pesadas; camine diariamente unos tres o más kilómetros, a fin de sudar; haga ejercicios de los llamados suecos, a fin de mantener su agilidad muscular, y sostenga su mente en condición alerta y pleno vigor intelectual. Empéñese, en resumen, en vivir en armonía con la Naturaleza, sin apartarse jamás de sus dictados y procedimientos, en la inteligencia de que todo exceso es perjudicial, y todo apartamiento de la inspiración ideal o las normas dignificantes es sencillamente denigrante y deprimente de la propia personalidad”.

 "Busque por encima de todo la máxima satisfacción de la propia dignidad interna y trate de merecer siempre el más alto respeto de sí mismo. La gente le comprenderá después, le apreciará y le honrará por su ingénita pureza y dignidad. Nada es tan magnánimo como la dignidad interna, la que desarrolla además un poderoso magnetismo personal, nos hace simpáticos y objeto de rendida admiración de cuantos nos tratan".

"Trate siempre a la mujer con delicadeza y caballerosidad, cualesquiera que sean las circunstancias porque ella encarna principios creadores que son el complemento de la virilidad masculina. Nada rebaja tanto al hombre como una actitud indigna, deshonrosa o maligna para con la mujer, pues demuestra con ello ser perverso y felón".

"Ser Caballero o Dama es deber de todo ser humano, lo que significa distinguirse en delicadeza de alma y elevación moral. Quien no reúna tales condiciones no es persona culta ni merece el calificativo de decente, y por tanto, no tiene derecho a pretender cualidades, virtudes, facultades o poderes espirituales. La espiritualidad es cultura vivida".

"Use de toda su delicadeza para con la niñez y siempre en afán de cultura; hay que cultivar las cualidades del niño y todo el deli­cado e intrincado mecanismo de su constitución en formación".

"La limpieza del hogar es tan importante como la moral y lo espi­ritual. Un hogar o un ambiente sucio y lleno de desorden influye fatalmente sobre nuestra moral, que se vuelve indigna, perversa y despreciable, y de esta suerte se cae en confusiones, desalientos y maldades que tienen un efecto traumatizador sobre el Espíritu o íntimo ser. Vístase bien, o por lo menos con limpieza. La pobreza económica no debe nunca traducirse en bajeza moral o pobreza espiritual. Cada cual debe esforzarse en actualizar sus ansias me­jores, o sea vivir lo que busca o anhela".

“Si se es injuriado, hay que olvidar tal infamia. El más fuerte es quien más resiste y aguanta; el más torpe y bruto,  aquel que recurre a la ignominia y a la fuerza. Más perverso es quien responde a la perversión ajena con odio, persecución, difamación o desprecio. Aprenda el Discípulo a sublimar las fuerzas de la vida. Compórtese como superior, no como igual o inferior a las fuerzas negativas, destructoras o rastreras".

"El que habla mal de alguien fuera de su presencia es un cínico y perverso, un chismoso e indigno; no es caballero ni dama, ni es tampoco Discípulo de un Maestro de Sabiduría".

"Sea estudiante sincero, pues nadie se perfecciona de buenas  a primeras o con simplemente anhelarlo. Por el contrario, hay que hacer muchísimos esfuerzos, progresivos, y empeñarse en vivir pau­latinamente las grandiosas enseñanzas de los Maestros de Sapiencia. Viva con método y sin cejar en sus empeños y aspiraciones de superación".

"Respete todas las creencias ajenas, aunque sean contrarias a su mejor sentir y a su conciencia. No olvide que cada credo o actitud es el reflejo o la consecuencia de condiciones de Conciencia, y que en la conciencia ajena nadie puede mandar, a menos que las gentes se conviertan en ilusos; o simples carneros manejados por cualquier quídam o amo improvisado".

"No olvide que el ser humano es Templo de Dios, y que debe rendir culto a lo bello, al bien y a la verdad donde quiera que se encuentren".

"Por último, cumpla con sus deberes de hogar y de ciudadano, y  será grande".

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 Un discípulo malo e indigno es espectáculo cruel y trágico, por cuanto es viviente representación de deslealtad hacia el Maestro y de infidelidad hacia los Principios Universales. No hay nada más  triste y desolador que un Discípulo que defeccione. Su destino se torna morboso y rastrero, pues actualiza y expresa una conciencia que se deja aprisionar por lo mundano. Y esto puede suceder aun cuando se haya logrado el despertar de la Conciencia o alcanzado estadios superiores de espiritualidad. No indica ello una caída, sino simplemente un tremendo error, como el del viajero que se aleja de su Guía (el Maestro) para internarse en terrenos peligrosos (la vida mundana), siguiendo sus propios procedimientos (vanidad, prejuicios, razonamientos egoístas, falsas percepciones, emociones despreciables, nerviosismo descontrolado, mente desbocada, vicios, orgullo, etc., etc.). El resultado, naturalmente, llega a ser el em­botamiento de las facultades internas, el castramiento volitivo, la obnubilación de la Conciencia y el auto‑ostracismo de los dominios del Espíritu.

 Es lo que se ha tratado de exponer al público en forma de novela, en la obra de Lord Bulwer Lytton, intitulada Zanoni. Recomendamos mucho leer este libro a todos los aspirantes al Sendero de la Verdad, que son recibidos como Discípulos, y aun a quienes han logrado éxitos inciáticos de cualquier grado, por cuanto pre­senta con exactitud los peligros que corren los Discípulos al ale­jarse del Sendero.

 Entrar en el Discipulado es una responsabilidad que se impone a sí mismo el ser humano, con el propósito de autoiluminarse, per­feccionarse y esforzarse en alcanzar los estadios superiores de la vida, mediante el propio empeño y esfuerzo, el dinamismo, el cono­cimiento y la divinización.

El Maestro no impone credos ni normas de conducta, y sólo se pide que cada Discípulo se adhiera, de manera espontánea y consciente, a las reglas ya formuladas. De ahí que si el Discípulo falla en sus compromisos internos, él es el único responsable. Pero en­contrará siempre un Genio Universal, el mejor amigo, un ser su­perior a sus propios padres, cuando torne su conciencia de nuevo al Maestro. Los lazos entre Discípulo y Maestro son indisolubles, y se debilitan únicamente cuando aquel se aleja del Sendero prefi­riendo una conducta torpe, vanidosa y viciosa.  Si el Discípulo quie­re volver al verdadero Sendero no tiene más que recurrir a la Me­ditación y al íntimo consorcio con sus propias fuerzas internas, hasta lograr su rehabilitación de Conciencia.

Al fallar el Discípulo pierde de hecho la confianza y el cariño del Maestro, porque elude sus responsabilidades morales y se aleja del Sendero, y es natural que éste lo deje a sus anchas para que pruebe la medicina de su propio mal, que él mismo busca. Mientras el Discípulo se mantiene en el recto Sendero, sus realizaciones de Conciencia son sublimes y enaltecedoras y tiene la protección constante del Verbo Universal, porque actúa en el aura del Maestro, y este le hace objeto continuamente de sus obsequios, atenciones su­blimadoras y enseñanzas dignificantes. Mas nadie debe creer que por el simple hecho de ser Discípulo, el Maestro está obligado a ha­cerse cargo de su vida, sus cuitas y problemas, y hasta de sus bajezas y vicios, o que un sencillo perdón del Maestro ha de bastar para que el Discípulo pueda seguir campante y feliz con sus defectos, torpezas, prejuicios y egoísmos.

Si el Discípulo se aleja del Sendero no debe tratar de justificarse, pues mientras más se empeñe en ello más empeora su situación de Conciencia, ya que mentalmente se engaña a sí mismo y rehúsa responsabilizarse de sus propios errores y torpezas. Esto no ha de impedir que sufra las consecuencias, por cierto que multiplicadas por el mismo hecho de su obstinada resistencia contra lo inevitable: Karma es el resultado natural y lógico, y por ende imposible de evitar, de nuestros propios pensamientos, sentimientos y actos. Por más que queramos eludir el Karma, nos encadenamos a él en proporción creciente con la medida en que nos ofuscamos tratando de disculparnos.

Mientras el Discípulo se deje sobornar por su propia vanidad y aherrojar por sus torpes egotismos, será indigno, y hará bien en no remitir sus culpas a su Maestro ni a nadie, pues se hará todavía más indigno. Pero siempre se vuelve, tarde o temprano, al Maestro, porque El encarna el Verbo Universal.