Maestros y Discípulos de sabiduría

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EL CAMINO DE LA INICIACIÓN

Se obtiene la Iniciación con el esfuerzo de purificar el alma por medio del sacrificio y del Amor y dedicándose a la contemplación de las cosas sagradas.

Los libros no pueden iniciarnos, aunque encierran nobles y benéficas enseñanzas, porque la verdadera Iniciación, en el sentido esotérico de la palabra, es algo natural e íntimo del ser, porque su aparicion y su desarrollo son interiores y ocultos, y se manifiestan únicamente cuando llegue el momento, como se manifiesta el aroma sublime de las flores cuando abren sus capullos.

Todos tenemos que llegar a la Iniciación porque es la ley. Pero de nosotros depende su pronta o tardía realización. En nosotros, interiormente, tenemos esta Luz que ilumina todo, esta palabra de vida que todo lo puede, esta vibración armónica que es el Verbo que se cristaliza o se transforma en carne revistiendo miles de formas.

En nosotros, ciertamente, está el misterio de esta sublime Iniciación que nos abre las puertas de lo Desconocido y nos pone en contacto directo con la fuerza positiva que es la Vida, y que hace la Vida soportable e imperecedera. Una simple ceremonia sin la preparación previa obligatoria y sin las condiciones mencionadas precedentemente no puede conducirnos a la Iniciación. Al contrario, puede sumergirnos en el abismo de las tinieblas, en el más horrible caos, en el mal, es decir en el polo opuesto de esta fuerza omnipotente que deseamos alcanzar, o por lo menos darnos concepciones erroneas de la Verdad, condicion que siempre limita y aprisiona. Todo esto por ignorar el Camino que conduce a las puertas del Templo, al umbral del Santuario, a la cima donde brilla la Luz.

Es realmente duro y sembrado de peligros el camino que hay que seguir hasta fundirse con el Ideal. No menos arriesgada es la aventura en la cual nos comprometemos, porque las zarzas y las espinas encontradas al pasar deben ser convertidas en pétalos de rosas perfumadas. Este camino no solo es largo y penoso, sino sembrado de obstáculos y de fantasmas que aterrorizan al intrépido y audaz peregrino, viajero que osa valientemente conquistar la Felicidad, la Luz, la Vida y el Amor para arrancar el secreto del Gran Arcano. Este es el Camino duro y dificil que sigue el Iniciado.

Los libros pueden señalar el camino  e incluso guiarnos en una gran parte para  buscar en nosotros la Iniciación, que debe realizarse con una mente clara, un corazón sensible y un cuerpo sano, purificados los tres por los Elementos sintetizados en el Sacrificio y el Amor, pero jamás podremos encontrar en los libros la verdadera Iniciación, como lo hemos dicho antes, se obtiene solamente por el esfuerzo personal interior y oculto.  La Iniciación es algo sutil que parte del interior y de lo desconocido para manifestarse al exterior y revestir un aspecto claramente definido. Es la capacidad latente en todo individuo, pudiendo desarrollarse y manifestarse en el momento propicio, acción y efecto comparable únicamente con el nacimiento de la planta o del polluelo en una manifestación de vida distinta a la anterior.

De la misma manera que el niño en la escuela aprende a leer, a escribir y gradualmente progresa por su propio esfuerzo y su propio entusiasmo, así el aspirante a la Iniciación debe luchar y esforzarce en alcanzar el objetivo ansiado, y nadie más que él mismo puede conquistarlo. Es una trasmutación realizada por el Estudio, el Tiempo y sobretodo el Amor puro y desinteresado. Todo se efectúa en el debido tiempo, sin perdida de un minuto, un segundo, ni fracción infinitesimal de segundo porque la Ley es exacta e inexorable.

Así, la Iniciación llegará después de una preparación precisa que se refleja claramente en la vida, pasión y muerte de Cristo que resucitará lleno de Vida, de Luz y de Amor, y morará etérnamente en un cielo sin fin.

El discípulo tiene la necesidad de someterse a una disciplina rigurosa aunque lenta y gradual, pero tenaz, hasta que alcanza su dominio personal y el perfecto conocimiento de su Yo interior o Ego, fuera del cual debe durante todo el tiempo templar su alma para el Sacrificio. De lo contrario no podrá jamás ver al Maestro y menos aún a Dios cara a cara e indefinidamente, para identificarse con Él y ser entonces un verdadero Iniciado.